La Piedra Parlante
Estoy varado en medio de esta carretera inhóspita, el neumático de mi auto se averió. Mi llanta de refacción se la presté a mi compadre y olvidé pedírsela.
Llevo doce horas aquí y no ha pasado ningún carro, ninguna persona, ni siquiera una hormiga. Me encuentro muy lejos de la civilización en este sitio tan desolado.
Voy al pueblo donde vivía mi tío, está a unos cincuenta kilómetros de aquí según lo que indica este mapa corroído. Recibiré una herencia del pariente finado que jamás conocí, me heredó su casa.
Decidí sentarme en una piedra que estaba en la orilla de la carretera, la cual, por cierto, tenía forma de cabeza humana. Traté de conservar la calma. Esperaba que mi celular tuviera un poco de señal o que algún transeúnte pasara; ya llevaba bastante tiempo esperando alguna ayuda, pero parecía inútil comunicarme en medio de la nada.
Horas más tardé escuché una voz parecida a un murmullo, volteé por todas las direcciones y no encontré lugar el lugar de donde procedía. El sonido me inquietó. Me puse de pie y miré debajo del auto. Nada. Me recargué en el coche ¿Qué podría ser? Una vez más escuché el susurro, me estremecí. Miré la piedra en la que estaba sentado minutos antes, lo siguiente que vi puedo describirlo como increíble y escalofriante.
La roca tenía vida. Así como lo leen. A aquella cosa sólida y porosa le salían siseos. Parecía un ente dentro de la roca.
Cuando traté de acercarme un poco más se detuvo un vehículo detrás del mío. De repente la roca dijo una última frase: “en momentos así, siempre utiliza el último recurso… la imaginación”. Jamás supe que me quiso decir.
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