Petra La Loca
Salí de la iglesia muy contenta porque vi y platiqué con Dios, ahí en la sacristía.
Jamás había creído que Dios era así, me dijo que fui muy afortunada, ya que, a pesar de mi juventud, tuve la dicha de verlo y platicar con él, después me preguntó cómo alcance verlo, si él mismo dotó a Adán y a Eva de muchas cualidades como mentir o fornicar, pero no les dio la capacidad de verlo… “tu caso es distinto”, me decía con tono intrigado, parecía preocupado porque su identidad divina haya sido descubierta por el sexo femenino.
Esperaba a que respondiera la pregunta del millón, parecía ansioso por saber que le diría, lo hice sufrir, como él nos tortura dizque por pecadores, ahora que experimente en carne propia lo que se siente. Se me quedaba mirando, trataba de adivinar lo que pensaba de su imagen celestial, la cual, por cierto, brillaba como un resplandor, de eso no mintió la biblia.
Con un silencio que estampaba mi boca, Dios se dirigió hacia mí y me dijo que no sabía qué era preocuparse, hasta ahora que me había conocido. A pesar del supremo poder que posee, no se preocupaba cuando sufrió una fuga de agua que se convirtió en diluvio, ni cuando los humanos inventaron las guerras o cuando fueron a marte para luego viajar a más planetas, tampoco le preocupaba el futuro que le espera al mundo cuando seres de otra galaxia destruyan a la raza humana y él no pueda hacer nada, entonces su nombre también desaparecerá, nadie lo amará u obedecerá y morirán todos los santos surgidos de la ficción del hombre
Dios no podía creer mi atrevimiento y en sus ojos brotaron lágrimas color turquesa, ese detalle me conmovió ¿un Dios que llora? Tuve que revelarle el secreto, el por qué yo lo miraba, entonces me acerque a su oído y dure una hora en revelarle con detalle. Cuando le dije todo cambió su aspecto y reaccionó sorprendido:
-Haberlo dicho antes, sólo fue tu imaginación…créeme, me preocupaste en un principio.
Reímos juntos y nos despedimos con un abrazo muy fuerte.
Ese era el motivo por el que salí contenta de la iglesia aquel día y desde entonces, todos los días le llevo de desayunar a Dios. Aunque todos me juzguen, me señalen y me llamen Petra la loca.
Él sabe que estoy bien cuerda y con una imaginación de sobra.
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